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540. «Todo el mundo es loco»

“Todo el mundo es loco” es un aforismo de Lacan. “Todo el mundo es loco, Lacan lo formuló una sola y única vez, en un texto publicado en una revista que era entonces restringida, Ornicar?” (Miller, 2024). Este aforismo entró en el lenguaje de la AMP, incluso se volvió una especie de eslogan. Fue entendido como una reivindicación democrática de la igualdad de los ciudadanos que se impone a la jerarquía médico-paciente, deconstruyéndola. “Lacan había anticipado la ideología contemporánea de la igualdad universal de los seres hablantes señalando la fraternidad que debe ligar, según él, al terapeuta y a su paciente” (Miller). 

Esta reivindicación igualitaria de los sujetos se traduce en la desaparición de la clínica. “Todos los tipos clínicos se sustraen progresivamente del gran catálogo clínico, ya degradado y deconstruido por las ediciones sucesivas del DSM” (Miller, 2024). Ahora los sujetos afectados de un trastorno mental, de una discapacidad, se asocian y hacen grupos. Grupos fundados jurídicamente que se constituyen a menudo en grupos de presión, como, por ejemplo, los autistas. Todo anuncia que la clínica será pronto cosa del pasado (Miller).

Hay pues una despatologización de la clínica. “No habrá más patologías, en su lugar habrá, hay ya, estilos de vida libremente elegidos” (Miller, 2024), y jurídicamente sancionados. Se trata de la sustitución del principio clínico por el principio jurídico. Un ejemplo de ellos son los sujetos que demandan una transición de género. “Un hombre político francés propone hoy incluso, que el cambio de sexo se introduzca en la Constitución francesa y se reconozca como un derecho humano fundamental, hasta ahora olvidado” (Miller). Ahora todo el mundo es normal.

El Todo el mundo es loco va, pues, de la mano de la despatologización de la enfermedad mental. ¿Cómo podría salvarse la clínica a pesar de toda despatologización? Se propone una dialéctica para salvar la clínica a pesar de la despatologización, distinguiendo entre la tesis (la desaparición de toda patología) y la hipótesis (la conservación de las distinciones clínicas). Así pues, se conservan las distinciones de la clínica al nivel subordinado de la hipótesis (Miller, 2024). 

Si todo el mundo es loco, ¿es que es delirante? Sí, todo el mundo es loco, es decir delirante. Decir “La imputación de locura y de delirio depende aún de la clínica. Parece que valida el fin de la clínica, pero en términos que pertenecen a la clínica (…) Todo el mundo es loco, ¿Quién lo dice? No puede ser más que un loco. Por lo tanto, lo que dice es un delirio” (Miller, 2024).


504. Una acción sintomática en el caso Dora

Freud, en su famoso caso «Dora» (Fragmento de análisis de un caso de histeria, 1901-05), nos habla de una acción sintomática de su paciente. Dora llevó a su sesión analítica, por primera y única vez, una carterita portamonedas que estaba de moda, y se puso a jugar con ella “mientras hablaba tendida en el diván: la abría, introducía un dedo, volvía a cerrarla, etc.” (p. 67). Freud le explica que se trata de una acción sintomática. Se trata de, como indica Freud (1901) de manejos o acciones que el ser humano realiza de manera automática, inconsciente, sin reparar en ellos, como jugando. El psicoanálisis nos enseña que todos nuestros actos automáticos tienen un significado del que la conciencia nada sabe o nada quiere saber, y que expresan pensamientos e impulsos inconscientes.

Freud ya había abordado este tipo de acciones en su texto Psicopatología de la vida cotidiana (1901), en los que incluye desde escribir mal una receta médica, todo tipo de “accidentes” o torpezas en la manipulación de objetos o personas, hasta perder las llaves, cortes en la piel (autolesiones), trastocar objetos, o dejarlos caer, o perderlos (extraviarlos) y olvidar hacer tareas, todas estas acciones tienen un propósito secreto, inconsciente. Freud también nos advierte que, por lo general, el sujeto que comete alguna de estas acciones fallidas, suele prestarles poca importancia; los declara indiferentes o casuales restándole así todo significado. Por ejemplo, Dora, frente a su acción sintomática podría perfectamente decir: «¿Por qué no llevaría una carterita así, que está tan de moda?».

Lo que devela Freud con el juego de Dora con su portamonedas, y con ayuda de las asociaciones de su paciente (asociación libre), es que la carterita de Dora es una figuración de sus genitales, “y su acción de juguetear con ella abriéndola y metiendo un dedo dentro, una comunicación pantomímica, sin duda desenfadada, pero inconfundible, de lo que querría hacer: la masturbación” (Freud, 1901, p.68). En efecto, esta actividad tan indecente era la razón del sufrimiento de Dora, quien desde el sexto año de vida no solo padecía de enuresis, sino que esta era, a su vez, “la prueba indiciaria de la masturbación infantil” (p. 69); Freud asocia, pues, la enuresis con la masturbación infantil; en su experiencia clínica había llegado a la conclusión de que “la causa más probable de una enuresis de esta clase es la masturbación, que en la etiología de la enuresis desempeña un papel no apreciado todavía suficientemente” (p. 66). Dora le corrobora todo esto a Freud, lo cual le ayuda también a él a descifrar el síntoma del asma nerviosa que Dora padeció luego de dejar de mojarse en la cama. Freud retoma aquí una de las tesis más importantes en el abordaje de la sexualidad humana: “Los síntomas histéricos casi nunca se presentan mientras los niños se masturban” (p. 69), es decir, que el síntoma es una forma de satisfacción sexual sustitutiva; el síntoma de Dora (el asma) expresa “un sustituto de la satisfacción masturbatoria, que seguirá anhelándose en el inconsciente hasta el momento en que aparezca una satisfacción más normal de alguna otra clase» (p. 69).


477. ¿Qué es ser un canalla?

El psicoanálisis piensa, como lo piensa de Hannah Arendt , que si las personas son llevadas a experimentar determinadas circunstancias, ellas pueden llegar a ejercer el mal; hasta la persona aparentemente más buena, puede llegar a realizar los actos más crueles y horribles hacia otras bajo determinadas circunstancias. Esto significa que todos los seres humanos llevan por dentro a un asesino en potencia, a un torturador, a un ser maligno. El diablo no está afuera, en el exterior, sino que está dentro de cada uno de nosotros. Solo basta ver un noticiero en un país como Colombia para saberlo: explotación sexual, trata de blancas, abusos sexuales, pederastia, violaciones, asesinatos, torturas, desapariciones, feminicidios, maltrato intrafamiliar, etc. La lista es larga. Esto no significa, para nada, que todos los seres humanos serían capaces de cometer las mismas atrocidades. «No hay ninguna razón para pensar que una persona que nos pueda parecer totalmente inocente, responsable, magnífica persona, bajo ciertas circunstancias, que a lo mejor no las va a encontrar nunca, pero no sabemos si la vida puede conducirlo a que en una determinada coyuntura cometa algo que le pueda resultar inimaginable» (Dessal, 2018). Pero esto no la hace ser un canalla.

«Un canalla es aquella persona que es capaz efectivamente de discernir su relación con el mal y de ejercerlo sin ninguna clase de escrúpulos morales» (Dessal, 2018). Al canalla le gusta hacer el mal, «es el mal por el mal» (Dessal), lo cual lo aleja de las personas que llegan a realizar actos violentos en nombre de una ideología. En nombre de Dios, o de una raza pura, o de los principios de un partido político, un sujeto puede llegar a hacer actos repudiables, pero esto no lo hace un canalla. «Un canalla es aquel que asume el ejercicio del mal ni siquiera amparándose en una determinada ideología» (Dessal).

El canalla es un sujeto que distingue el bien del mal, «es alguien que actúa con consciencia del mal y sin necesidad de sentirse legitimado más que en su propio goce» (Dessal, 2018). En efecto, este es probablemente el descubrimiento más importante del psicoanálisis: llegar a saber que los seres humanos encuentran una gran satisfacción haciendo el mal. Pero canallas tampoco son los sujetos que, haciéndole algún mal a otro, se sienten culpables o responsables por lo que han hecho. El canalla «es alguien que no tiene escrúpulos de ningún tipo», y por lo tanto no experimenta ninguna culpa por lo que ha hecho.

En este sentido, el canalla se acerca a la descripción que hace el discurso psiquiátrico del psicópata, o por lo menos coinciden en que ambos carecen de sentimiento de culpa. Casi que se podría decir que todo psicópata es un canalla, pero no todo canalla es necesariamente un psicópata. El canalla no se constituye en una entidad clínica; «canallas podemos encontrarlos en todo el espectro clínico. Los neuróticos, los perversos, los psicóticos» (Dessal, 2018). De los perversos también se podría decir que son canallas, solo que algunos de ellos eventualmente pueden experimentar algo de culpa frente a sus actos.

Entonces, ¿qué es lo que distingue verdaderamente a un canalla? Dessal (2018) responde que «canalla es aquel que se afirma, digamos, en el goce que ejerce sin ninguna clase de responsabilidad ni de limitación, que es consciente de ello, y que no le importa en absoluto las consecuencias que eso tenga para los otros». Además, el canalla es un sujeto que no se cuestiona frente a su propio accionar, no se relaciona con su propio inconsciente, y por lo tanto, no demanda un análisis.


372. El síntoma está estructurado como un lenguaje.

El inconsciente es el discurso del Otro. Es lo que enseñó Freud desde la Traumdeutung, en donde muestra claramente “que el sueño tiene la estructura de una frase, o más bien, si hemos de atenernos a su letra, de un rébus [acertijos gráficos], es decir de una escritura…” (Lacan, 1981, p. 257). También otras «formaciones del inconsciente» enseñan claramente que el discurso del sujeto es el discurso del Otro, es decir, que dichas formaciones, como el acto fallido –del que Lacan dice que es un discurso logrado– y el lapsus, designan al inconsciente como el efecto sobre el sujeto de la palabra que le es dirigida desde otro lugar, desde «otra escena» –lugar psíquico con el que Freud describió al inconsciente–. Así pues, el gran Otro es el lugar desde donde está constituida la palabra, palabra que está, por tanto, determinada desde ese lugar. Esta es la razón por la que “el síntoma [así como todas las formaciones del inconsciente] se resuelve por entero en un análisis del lenguaje, porque él mismo está estructurado como un lenguaje, porque es lenguaje cuya palabra debe ser librada.” (Lacan, p. 258).

La sobredeterminación se constituye así, en una característica general de las formaciones del inconsciente. Lacan dirá entonces que “…para admitir un síntoma, sea o no neurótico, en la psicopatología psicoanalítica, Freud exige el mínimo de sobredeterminación que constituye un doble sentido, símbolo de un conflicto difunto que terminó más allá de su función en un conflicto presente no menos simbólico…”. (Lacan, 1981, p. 258). La razón de ello es que el síntoma se halla «estructurado como un lenguaje», y por consiguiente constituido por deslizamientos y superposiciones de sentido; jamás es el signo unívoco de un contenido inconsciente único, de igual modo que la palabra no puede reducirse a una señal. El resorte propio del inconsciente lo vamos a encontrar, entonces, en la naturaleza misma del lenguaje, y “es en el orden de existencia de sus combinaciones, es decir en el lenguaje concreto […], donde reside todo lo que el análisis revela al sujeto como su inconsciente.” (Lacan, p. 258).


254. Psicopatología psicoanalítica.

La psicopatología psicoanalítica, es decir, el estudio de las enfermedades que afectan la psique de los sujetos, también se pude denominar como el estudio de las estructuras de subjetivación o constitución subjetiva de un ser humano.

El psicoanálisis tiene, a diferencia de la psiquiatría, una clínica basada en tres grandes cuadros, que conforman a su vez las denominadas Estructuras Clínicas. Ellas le permiten al psicoanalista comprender un sin número de comportamientos que reflejan la posición subjetiva de cada sujeto en el mundo, es decir, las relaciones de un ser humano con su trabajo, con sus semejantes y, en general, con todo lo que lo rodea. Es absolutamente diferente la forma de ver y de relacionarse con el mundo de un paranoico, de un obsesivo, de un perverso, de un histérico o de un esquizofrénico. Saber y entender cuál es la posición subjetiva de un sujeto en el mundo -su estructura psíquica- determina también la forma como se va a intervenir con el sujeto, su tratamiento -si lo hay-.

Las Estructuras Clínicas planteadas por el psicoanálisis son básicamente tres -Neurosis, Perversión y Psicosis-, las cuales, a su vez, se dividen en «modalidades» de la estructura. Veamos: Histeria y Obsesión para la neurosis, Paranoia y Esquizofrenia para la psicosis -también cabe aquí el autismo o psicosis infantil-, y el Fetichismo es el paradigma de la perversión, estructura en la que caben todas las demás perversiones o parafilias descritas por Freud y por los manuales de enfermedades mentales -pedofilia, zoofilia, necrofilia, gerontofilia, sadismo, masoquismo, voyeurismo y exhibicionismo-.


59. Lo mental no anda.

Cuando se habla de “patología” en el ser humano, se alude a un daño, a un desorden en el cuerpo físico. El organismo humano como tal, suele tener, si no ha sido dañado o maltratado en alguno de sus órganos, un funcionamiento armónico y saludable. Si algo no funciona o funciona mal, entonces hay enfermedad, es decir “patología”. Pero esta palabra también se emplea a propósito de la mente, de la psique humana.

Los trastornos mentales o “psicopatológicos”, hacen referencia a que algo “no anda bien” en la mente de un sujeto. La “psicopatología” describe los trastornos mentales en la medida en que lo psíquico es considerado como un órgano más del cuerpo, el cual tiene como función fundamental, ayudar a la adaptación del ser humano a la realidad. El hecho de considerar la mente como un órgano, es lo que ha llevado a la ciencia contemporánea a reducir toda psicopatología a la ciencia del cerebro; es decir que la causa de la enfermedad mental se la busca únicamente en la materia gris.

En los animales también hay una dimensión mental. Si un ser viviente tiene un aparato sensorial -vista, oído, tacto, olfato y gusto- que le permita sentir y percibir el ambiente, entonces se puede decir que tiene una mente. Lo mental como órgano sólo es posible si hay un aparato sensorial; lo uno es consecuencia de lo otro.

El psiquismo es, entonces, aquello que viene a completar la parte orgánica del ser viviente. El aparato sensorial, más lo mental, le permite a cualquier animal, buscar y encontrar lo necesario para sobrevivir. El animal que está libre en su hábitat natural, testimonia una adecuación entre lo mental y lo físico. Y esto es un estado ideal, un ideal que el ser humano expresa con el refrán “mente sana en cuerpo sano”.

Pero mientras que los animales forman parte de un todo armónico con el espacio que los rodea, el ser humano parece no funcionar así. Éste demuestra tener una fuerte inclinación a destruir su entorno y su organismo. Y este comportamiento autodestructivo por parte del sujeto habla de una profunda patología en él. Algo “no anda bien” en su psiquismo, en su mente; y ésto, que hace parte de su «naturaleza», no parece tener solución en él.